«Por la tarde, mientras tomamos una copa de despedida en la estación de St. Gallen, empieza a hablar de la vejez:
- Sólo un porcentaje de personas curiosamente pequeño sabe disfrutar de la vejez, cuando puede ser tan satisfactoria. Se ha comprobado que el mundo aspira a volver siempre a las cosas sencillas, elementales. Por sano instinto, uno se resiste a que lo excepcional, lo extraño se haga dominante. La inquieta codicia hacia el otro sexo se ha extinguido, y ya sólo se aspira al consuelo de la naturaleza y a las cosas concretas y hermosas que están al alcance de todo el que las anhela. Por fin ha desaparecido la vanidade, y uno se solaza en la gran calma de la vejez igual que bajo un suave sol.
Por la mañana, mientras vamos hacia St. Gallen a ritmo rápido pasando por delante del cuartel, en la parte vieja de Herisau, abandonamos la inquietante actualidad de la guerra para hablar del pueblo. Yo le digo:
- En realidad el pueblo no quiere gobernar por sí mismo. Quiere ser gobernado.
Robert asiente vivamente:
- Incluso tiene una actitud benévola hacia la tiranía - pero enseguida añade -: Sólo no se le puede decir. De lo contrario se ofende y uno pasa por grosero. Pero en el fondo se desea mucha menos libertad de lo que se dice.»
[Carl Seelig, Paseos con Robert Walser (e 6 fotos); trad. Carlos Fortea, Siruela, 3.ª ed. Setembro 2009]
Por la mañana, mientras vamos hacia St. Gallen a ritmo rápido pasando por delante del cuartel, en la parte vieja de Herisau, abandonamos la inquietante actualidad de la guerra para hablar del pueblo. Yo le digo:
- En realidad el pueblo no quiere gobernar por sí mismo. Quiere ser gobernado.
Robert asiente vivamente:
- Incluso tiene una actitud benévola hacia la tiranía - pero enseguida añade -: Sólo no se le puede decir. De lo contrario se ofende y uno pasa por grosero. Pero en el fondo se desea mucha menos libertad de lo que se dice.»
[Carl Seelig, Paseos con Robert Walser (e 6 fotos); trad. Carlos Fortea, Siruela, 3.ª ed. Setembro 2009]
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